Es, sin embargo, una fecha de mucha hipocresía, de gobiernos, empresas, organismos y organizaciones, pero también de la propia población que, como en una celebración de cumpleaños, por esta fecha y similares plantan arbolitos, riegan las plantitas, reflexionan como profesores sobre lo malo que es contaminar nuestro medio ambiente, organizan ferias en colegios y parques para luego, pasada la parafernalia, volver a sus rutinas contaminantes, si no depredadoras.
Finalmente el cuidado de la Madre Tierra más que un asunto moral está fuertemente arraigado a la economía, pues, como todo en este planeta, está inmersa en la lógica perversa del mercado que en tiempos del capitalismo globalizado es significativamente más depredador que aquél del capitalismo mercantil.
Ahora bien, sin ser extremistas, debe reconocerse que sin su explotación, eufemísticamente llamada aprovechamiento de los recursos naturales, tampoco hubiéramos alcanzado el grado de desarrollo que conocemos, pues la energía que impulsó ese desarrollo salió, sale y seguirá saliendo de sus entrañas; pero debe asimilarse también que esa explotación fue desmedida, en el entendido de que esos recursos eran inagotables. Hoy sabemos, casi dramáticamente, que no es así.
Muchos de los ríos que saciaban la sed y regaban los campos, hoy envenenan; la polución atenta contra nuestro derecho a respirar aire limpio; la desertización le gana cada vez más terreno a la vida... y todo eso tiene origen antropogénico, es decir humano, como lo evidencia el reportaje principal de esta edición sobre los residuos electrónicos y eléctricos y el riesgo y amenaza que implica para la salud humana y del medio ambiente que sean desechados como basura común.
Hoy Bolivia está intentando posicionar un nuevo “paradigma” de relacionamiento con la naturaleza al que le ha llamado Vivir Bien, todavía en construcción, todavía no bien entendido, por tanto aún vilipendiado, pero con mucho sentido.
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