jueves, 1 de abril de 2010

Bolivia es más caliente que hace 30 años


La temperatura en el país aumentó entre 0,8º y 1,5º grados centígrados, dependiendo de la zona geográfica, con efectos nocivos sobre el medioambiente, la salud humana, la biodiversidad, la seguridad alimentaria y la provisión de energía en un país de alta vulnerabilidad. Desde la década de los 80, los “Meganiños” provocaron pérdidas por casi 4.000 millones de dólares al país, recursos que bien pudieron destinarse a nuevos proyectos de infraestructura y de interés social.

Guido Cortez Calla

Esta es una historia llena de paradojas, ironías e injusticias, que con frecuencia se entremezclan. Para graficarlo en breve: los miles de millones de pobres del planeta, históricamente sin responsabilidad en las causas que provocaron el actual acelerado aumento de la temperatura mundial, son quienes más sufren y sufrirán sus efectos devastadores; y la decisión para modificar ese futuro anticipado no está en sus manos.
Luego de haber superado las dudas sobre su existencia y su origen antropogénico (si había sido o no provocado por el ser humano), y de haber estado confinado durante décadas al ámbito de preocupación de científicos y activistas de la ecología, el calentamiento global es considerado hoy “la amenaza más grave que haya sufrido la humanidad en toda su historia”, que podría “paralizar y revertir los avances conseguidos durante generaciones, no sólo en cuanto a reducir la pobreza extrema, sino también en salud, nutrición, educación y otros ámbitos”, como ya en 2007 advirtiera el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su Informe sobre Desarrollo Humano: “La lucha contra el cambio climático: solidaridad frente a un mundo dividido”.
Tan famoso como la globalización –y más después de la 15ª Conferencia de las Partes (COP15) de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC) realizada en diciembre de 2009 en Copenhague, Dinamarca, el cambio climático está ahora en la agenda de los medios, de las organizaciones no gubernamentales (ONG), en los planes de financiamiento de los organismos internacionales, en la preocupación aparente y real de los gobiernos.
Pero sobre todo y con más dramatismo se evidencia en el desconcierto del campesino que no sabe cuándo sembrar porque ya no llueve ni en la temporada ni por el lapso de tiempo que solía hacerlo, o cuando llueve lo hace con una intensidad que arruina sus cultivos; está también en la impotencia de los pequeños ganaderos del chaco y los valles que vieron a sus reses literalmente “secarse” ante sus ojos para caer muertas de hambre y sed por la prolongada sequía que les afectó a fines del año pasado; o en la angustia de los pobladores del oriente a quienes los desbordes de los ríos no sólo les arrebata sus casas y sembradíos, sino sus esperanzas, transformando sus expectativas de desarrollo en frustración.

EVENTOS EXTREMOS QUE MINAN EL DESARROLLO
“La generación que será testigo de sus efectos ya está viva, tiene menos de 33 años, representa el 64 por ciento de la población actual de la subregión andina y sufrirá las consecuencias en los próximos 42 años”, alerta un informe temático de la Comunidad Andina (CAN).
Si bien las sequías e inundaciones actuales que afectaron y todavía afectan a Bolivia y la región son eventos extremos atribuibles a los fenómenos El Niño y La Niña, que se presentan cada cuatro a siete años, los científicos coinciden en que el calentamiento global los exacerbará, es decir, los hará más intensos y mortíferos, y probablemente más frecuentes. Granizadas, heladas, olas de calor, huracanes y tormentas en los países costeros, incendios y otros, serán mucho más devastadores.
“Había plantado arroz, maíz, plátano y cebolla en mi parcela, pero el agua no me dejó nada. También perdí mi casa, tuvimos que vivir durante tres meses en un alojamiento temporal sobre el camino principal; los niños se han enfermado ahí. No quería volver a perder todo otra vez”, lamenta Dunia Rivero Mayaco (44), madre de tres hijos y oriunda de Puerto Almacén, cerca de Trinidad, Beni, en un testimonio recogido por Oxfam Internacional.
Su familia es una de las 24.000 afectadas por las inundaciones, las peores de las que se tenga memoria en 50 años, que devastaron ese departamento amazónico en 2008 ocasionándole daños por 220 millones de dólares: 44 millones de dólares en daños generales a los caminos, otros 89 millones de dólares en daños al sector agrícola y 71 millones de dólares en daños a viviendas, según datos de la CEPAL.
Cada vez que se han presentado, El Niño y La Niña han provocado severos daños en la infraestructura física (destruyendo caminos, puentes, tendido eléctrico), y abruptas reducciones de los niveles de producción de la agricultura, de la pesca (en los países costeros), y las actividades manufactureras dependientes de los insumos producidos por esas industrias.
Para el caso de Bolivia, El Niño de 1982-1983 provocó pérdidas por 2.821 millones de dólares; el de 1997-1998 totalizó 527 millones de dólares; y el 2006-2007 supuso 443 millones de dólares, según el informe de la CAN. Es decir que sólo estos tres eventos extremos, bautizados “Meganiños”, restaron 3.791 millones de dólares al desarrollo, pues bien pudieron tener como destino proyectos de infraestructura y de interés social.
El viceministro de Medio Ambiente, Biodiversidad y Cambio Climático, Juan Pablo Ramos, confirmó el dato desde Copenhague: paliar los efectos del cambio climático representan entre el 10 y 15 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de Bolivia, unos 4.000 millones de dólares. Y le seguirá afectando durante los próximos decenios, de una manera que hoy ya muestra la televisión y testimonian los periódicos: miles de familias y pequeños empresarios y agricultores afectados por un flanco por las sequías y por el otro por las inundaciones, además de granizadas y otros eventos extremos.
Para el 2025, según la CAN, el daño económico en los países de la Comunidad Andina significaría una pérdida aproximada de 30.000 millones de dólares anuales equivalentes al 4,5 por ciento del PIB, pudiendo comprometer el potencial de desarrollo de todos los países de la región.
La CEPAL ve más lejos. Según el informe “La economía del cambio climático en América Latina y el Caribe”, de no haber un acuerdo internacional para mitigar los efectos del cambio climático, los efectos económicos y medioambientales para América Latina y el Caribe serán devastadores, que podrían equivaler hasta 137 por ciento del PIB regional actual para 2100, unos 250 mil millones de dólares. Estos costos serán muy heterogéneos entre países y regiones.
El Banco Mundial, en su más reciente estudio “Desarrollo y cambio climático”, prevé que los países en desarrollo soportarán entre el 75% y el 80% de los daños provocados por la variación del clima. El estudio promueve políticas climáticas “inteligentes” que impulsen el desarrollo, reduzcan la vulnerabilidad y permitan financiar la transición hacia niveles más bajo de emisión de carbono.
Ante tal panorama, el gobierno boliviano propuso en Copenhague crear un Fondo de Compensación a través del cual los países desarrollados –en correspondencia con su “deuda climática” – deberían financiar la adaptación al cambio climático de los países en desarrollo, además de un Tribunal Ambiental. Esta y otras ideas serán evaluadas en la próxima Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los derechos de la Madre Tierra que del 20 al 22 de abril se realizará en la ciudad de Cochabamba, evento que apunta convertirse en un importante foro para escuchar la voz de la sociedad civil organizada.

UN MODELO INSOSTENIBLE, DIFÍCIL DE CAMBIAR
¿Qué se puede hacer? Para el PNUD, “una de las enseñanzas más difíciles de aceptar del cambio climático es que el modelo económico que impulsa el crecimiento y el concomitante consumo desmedido en las naciones desarrolladas no es sostenibles en términos ecológicos”.
Y es más difícil porque se entrecruza con visiones y posiciones políticas, económicas e ideológicas contrapuestas.
Para poner en contexto el problema se debe partir de la siguiente constatación: el extraordinario crecimiento del bienestar material y cultural alcanzado desde la Revolución Industrial, particularmente por los países occidentales del hemisferio norte y Japón en Asia, es el resultado del despliegue de un enorme esfuerzo creativo y organizativo para construir un sistema productivo basado en una poderosa y sofisticada fuerza motriz impulsada por combustibles fósiles como fuente primaria de energía. Es decir, se construyó una economía basada en el uso del carbón, del petróleo y del gas natural.
“La economía moderna”, dice el informe de la CAN, “ha sido estructurada y dinamizada por el uso de estos combustibles para movilizar los medios de transporte, operar todo tipo de maquinaria y equipos, producir la petroquímica y generar la energía eléctrica que alumbra las ciudades, activa las industrias, facilita la comunicación y mejora el bienestar en los hogares”. Lo que conlleva una paradoja: crecer, contamina; basta ver el ejemplo chino.
El modelo trae aparejado un complemento igualmente depredador: el estilo de vida consumista, principalmente, otra vez, de los países industrializados. De acuerdo al Informe Planeta Vivo difundido por la ONG World Wildlife Fund (WWF), que mide la “huella ecológica” o consumo humano de los recursos naturales, si todos los humanos tuvieran el mismo modo de vida que los ciudadanos de Estados Unidos o Francia para el año 2003 se necesitarían más de 5 y 3 planetas, respectivamente, para satisfacer esa demanda. Irónicamente, ¿no es acaso eso, la estandarización mundial del modelo consumista, lo que busca la globalización?
Aquí aparecen las voces que claman por un desarrollo sostenible que establezca, desde ahora, repartir más equitativamente las necesidades entre países del Norte y países del Sur, donde los industrializados reduzcan su consumo energético, por ejemplo, para permitir a los países en vías de desarrollo aumentar el suyo, considerando que la energía es indispensable para el desarrollo económico de estos países.

SUFRIRÁN MÁS LOS MÁS VULNERABLES
De manera que durante los siglos 19 y 20, los países ahora industrializados estuvieron lanzando a la atmósfera tal cantidad de gases de efecto invernadero (GEI), principalmente dióxido de carbono (CO2, el más contaminante), que acrecentaron el denominado “efecto invernadero”, un fenómeno natural por el que la atmósfera terrestre retiene parte de la energía proveniente del sol permitiendo que, como en una carpa solar, la temperatura se mantenga caliente (15ºC promedio anual), haciendo posible la vida tal como la conocemos. Sin él, la Tierra sería 30ºC más fría.
Así, la concentración de CO2, que durante los últimos 800.000 años osciló entre 200 y 300 partes por millón (ppm), se disparó hasta aproximadamente 387 ppm en los últimos 200 años, desde la Revolución Industrial, provocando un aumento promedio de la temperatura mundial en 1ºC, con los efectos conocidos.
De no modificarse el ritmo actual de emisiones, la temperatura podría llegar a los 5ºC hasta fin de siglo, un escenario que para los científicos es “terreno desconocido” porque no saben lo que podría suceder con el clima.
De tal manera que el gran reto ambiental, económico, político y social (los cuatro pilares del desarrollo sostenible) en manos de los países desarrollados y reclamado por los países en desarrollo, es evitar pasar el umbral de los 2ºC (Ver Gráfico 1), que desencadenaría eventos que podrían paralizar y luego revertir el desarrollo humano alcanzado hasta ahora, principalmente, otra vez, en los países pobres del planeta. Las esperanzas puestas en Copenhague para llegar a este acuerdo mundial fueron superadas por la frustración.

El PNUD identificó cinco “multiplicadores del riesgo” que, sin embargo, como en un deja vú, ya los estamos viviendo: i) menor productividad agrícola e incidencia en la seguridad alimentaria, ii) estrés por falta de agua y mayor inseguridad de agua, iii) aumento en el nivel del mar y mayor exposición a desastres meteorológicos, iv) colapso de los ecosistemas y biodiversidad, y v) mayores riesgos de salud humana.
Estos efectos variarán dependiendo del grado de vulnerabilidad social y económica de las regiones y países afectados. Y Bolivia es un país altamente vulnerable.

500 MIL AÑOS DE ESTAR TRANQUILOS
¿Será la solución volver a la caminata, al transporte en animales, a cocinar con leña…? “No se puede concebir generar energía sin producir gases de efecto invernadero. ¿Cómo nos transportaríamos? Tendríamos que volver al burro, pero igual la descomposición de las heces de este animal va a generar gas metano; seguiría contaminando. Tenemos que repensar la forma de hacer desarrollo”, observa Ivar Arana, especialista en adaptación y hasta comienzos del año pasado conductor del Plan Nacional de Adaptación del Programa Nacional de Cambios Climáticos (PNCC) boliviano.
Es que el sólo hecho de respirar contamina la atmósfera. Con cada exhalación, los millones de seres humanos y animales emiten CO2. Se suman los procesos digestivos de los animales, principalmente del ganado vacuno (la descomposición de sus heces produce metano), el vapor de agua y otros gases que emiten las erupciones volcánicas. Sin embargo, estos GEI y otros producidos por la quema y los cambios en el uso del suelo estuvieron siendo reabsorbidos naturalmente por las plantas (durante el día, mediante el proceso de fotosíntesis) o retenidos por los ecosistemas de los océanos durante los últimos 500 mil años.
Todo comenzó a desequilibrarse a partir del descubrimiento del carbón como fuente de energía y 150 años después, del petróleo, los denominados combustibles fósiles. Según el PNUD, “es probable que las temperaturas registradas durante el último medio siglo hayan sido las más altas de cualquier período de 50 años durante los últimos 1.300 años”.
Se quebró, pues, uno de los tres principios de la sostenibilidad: “El ritmo de las emisiones contaminantes no puede exceder la capacidad de su asimilación por el medio ambiente”. Los otros dos, a saber: “El ritmo de uso de los recursos renovables no puede exceder su capacidad de regeneración” y “El ritmo de uso de los recursos no renovables no puede exceder el ritmo con que se encuentran los sustitutos para estos recursos”, también están siendo vulnerados.

BOLIVIA EN EL UMBRAL DE LOS 2º C
Si bien el calentamiento es global, sus efectos son locales. Los estudiosos del tema y las ONG ambientalistas coinciden en que durante los últimos 30 años la temperatura promedio en Bolivia se elevó entre 0,8ºC y 1,5ºC, dependiendo de las regiones.
“Algunos modelos climáticos muestran escenarios desalentadores para Bolivia ya que para el 2020 podrían darse elevaciones de temperatura que superen los 2ºC, que sería realmente catastrófico”, afirma Oscar Paz, quien fuera Coordinador General del Programa Nacional de Cambios Climáticos desde su creación en 1999 hasta comienzos de este año.
Según Paz, la temperatura media en la región de los llanos orientales aumentó en 0,8ºC, en la región norte se incrementó entre 0,2ºC y 1ºC y en las tierras bajas se habría incrementado entre 0,1 y 0,3ºC. En los valles, los valores de cambio en la temperatura media fueron muy oscilantes, entre -2,3ºC y 2ºC; en tanto que en la región altiplánica las temperaturas presentan tendencias en su mayoría positivas con valores medios de entre 1,1ºC y 1,7ºC.
Joerg Seifert-Granzin, Asesor Principal en Cambio Climático de la ONG Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), dedujo del análisis de sus modelos climáticos –presentados en un foro organizado por el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE)– que para el año 2030, es decir en escasos 20 años, cuando probablemente la temperatura en el país haya alcanzado o superado la temible barrera de los 2ºC, el chaco boliviano se habrá convertido en un desierto por falta de lluvias; el lago Titicaca se habrá fragmentado en tres partes permanentes; la escasez de agua –resultado de la deglaciación– frenará el crecimiento de las ciudades de La Paz y El Alto; las inundaciones habrán socavado la ganadería en Santa Cruz y Beni a tal punto que Pando será el principal productor de carne; y las granizadas frecuentes habrán inviabilizado económicamente la producción de vino en Tarija, entre otros efectos.
Ante este escenario asalta una idea que aumenta la preocupación: ¿En lugar de construir resiliencia (capacidad de recuperación de las personas y comunidades frente a los desastres), no estaremos reconstruyendo vulnerabilidades? “Si construimos una casa en un área inundable y reconstruimos en la misma área, probablemente al año tengamos que hacer lo mismo y así, igual, el próximo año. Hablamos de un movimiento de personas a sitios menos vulnerables, pero eso cuesta mucho”, sostiene el experto en adaptación Ivar Arana.
Como la mayoría de los asentamientos humanos desperdigados por la diversa geografía boliviana no responde a una planificación previa, en general estas personas son pobres y viven en condiciones de alta vulnerabilidad, inmersas en un círculo perverso: “Es común que los desastres naturales no generen migración entre los grupos más vulnerables, ya que los pobres normalmente no tienen medios para irse y una catástrofe de este tipo disminuye aún más su capacidad de hacerlo”, constata el PNUD en su Informe sobre Desarrollo Humano 2009, dedicado a las migraciones.
Esta vulnerabilidad podría verse agravada por la presión demográfica, pues la reproducción de la pobreza implica también la reproducción, en número, de personas pobres. Es decir que en países como Bolivia, mientras más crece la población hay más pobres, otra paradoja. De ahí que la lucha integral y efectiva contra la pobreza encabece la lista de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

DETRÁS DE LAS CIFRAS, EL DRAMA HUMANO
Cálculos preliminares de los organismos internacionales de desarrollo indican que en el mundo, en los próximos años, entre 200 y 1.000 millones de personas se verán obligadas a desplazarse como resultado del cambio climático. Ya han sido bautizados, serán los desplazados y refugiados climáticos.
Oxfam Internacional evidenció este riesgo en varias comunidades pobres asentadas a los pies de los glaciares tropicales Illimani y Mururata, en La Paz, que ante su derretimiento se encuentran ante el dilema de desaparecer o migrar, lo que supondrá un impacto incluso cultural, pues estos macizos no sólo determinan su vocación agrícola sino su relación mística con la naturaleza y sus manifestaciones religiosas. “El Mururata es Pachamama para nosotros. De ahí obtenemos agua para todo: cocinar, lavar, beber, regar nuestras parcelas, dar de comer a nuestros animales… Sin Mururata no podremos sobrevivir aquí”, relató Valerio Quispe, poblador de Choquecota, poblado ubicado en las faldas de este glaciar.
“¿Cómo se siente cuando ve que el Illimani se está quedando sin hielo y sin nieve?”, le preguntaron los investigadores de Oxfam a Lucía Quispe (38), pobladora de Khapi. “Triste”, les respondió, para agregar: “Ya no llueve cuando debería. En cualquier momento puede haber nubes y cae la lluvia. Antes había una época de lluvias, una época de heladas y una época de invierno. Ahora ya no es así. En los últimos años están mal las estaciones”.
En los valles el drama apenas cambia de matiz y se suma un fenómeno nuevo: la aparición de plagas y enfermedades. “Este año ha sido bueno para la papa, pero el problema son los gusanos que se meten a las papas. Nuestros ancianos dicen que es por el clima seco y temperaturas más altas. Ha habido un verdadero problema con las polillas (…) la aparición de las polillas es nueva, desde el 2004”, cuenta Eusebia Teramba de Ramos, que vive con sus tres hijos en el cantón Aguirre de la provincia Tunari del departamento de Cochabamba.
Eusebia vislumbra además un escenario preocupante: los problemas medioambientales derivarán en conflictos sociales. “La falta de agua está causando más problemas con otras comunidades. Ahora estamos peleando con nuestros vecinos en otra parte de Aguirre por el acceso al agua, porque no tenemos agua suficiente para sembrar”.
En 2009, las inundaciones y sequías provocadas por El Niño y La Niña afectaron a más de 40 mil familias a nivel nacional y mataron miles de reses –principalmente de ganaderos pequeños y medianos del valle y del oriente– de hambre y sed con las sequías, o ahogándolas. Bolivia tiene extensas zonas que corren ambos riesgos. (Ver Mapas 1 y 2)

UN PROCESO IRREVERSIBLE Y DE LARGO PLAZO
Lo cierto es que a estas alturas el daño ya ha sido infringido: las alteraciones atmosféricas provocadas por las emisiones de GEI son irreversibles.
“Así se apaguen todas las chimeneas del mundo ahora mismo, el impacto y la subida de temperatura van a continuar; y no podemos quedarnos de brazos cruzados”, sostiene Juan Carlos Alurralde, director ejecutivo de Agua Sustentable, ONG que ve en los efectos del cambio climático una violación de los derechos humanos de las poblaciones afectadas.
“La gente ha pensado que si dejamos de emitir dióxido de carbono, el clima volverá a la normalidad en 100 años o 200 años. Eso no es verdad”, corrobora la investigadora estadounidense Susan Solomon desde un estudio difundido por la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, al sostener que para que el planeta recupere sus temperaturas normales pasarán al menos mil años. “El cambio climático es lento, pero también es imparable y por ello hay que actuar ahora para que la situación no empeore”.
“No hay cómo esconderse”, grafica Karin Columba, directora ejecutiva de FAN Bolivia. “Se trata de que los gobiernos, las empresas y la población en general establezcamos acciones concretas en los países, ciudades y casas. Se trata de modificar los patrones de producción, comercialización y consumo, proteger los bienes naturales comunes como la biodiversidad, el agua, el aire. Buscar mayor eficiencia energética y convertir muchas industrias aprovechando el enorme crecimiento y la tecnología existente”, enfatiza.
Ya en 2007 el PNUD alertó: “El daño crece cada día que dejamos pasar sin actuar”. Su mensaje está tardando en tener eco, como se comprobó en Copenhague. La mirada ahora está puesta en el COP16 de fin de año, en Cancún, México, que tampoco despierta gran entusiasmo.

ENTÉRESE MÁS:

http://hdr.undp.org
www.oxfaminternacional.org
www.fan-bo.org
www.pncc.gov.bo
www.comunidadandina.org
www.cepal.org
www.worldbank.org/wdr

RECUADRO
Una cordillera “desahuciada”

Cuando los escolares de los años 70 y 80 del siglo pasado se enteraban de su existencia y aprendían sobre sus características y ubicación geográfica, irónicamente los conocían como “nieves eternas”.
Desde entonces a la fecha, el glaciar Chacaltaya (5.421 msnm), otrora la pista de esquí más alta del mundo, ha perdido ese orgullo y toda su nieve: de 1,6 kilómetros cuadrados de manto blanco que tenía a principios de 1960 sólo quedan 50 metros cuadrados. Se derritió como un helado.
Es el primer coloso de la Cordillera Real que sucumbe ante el cambio climático. La mala noticia es que no será el único. Cuando la generación que hoy asiste a la escuela sea adulta, allá por el 2030, el Tuni Condoriri (5.648 m), el Hayna Potosí (6.088 m), el Mururata (5.869 m), el Illimani (6.462 m) y otros de la cadena en Perú y Ecuador habrán corrido la misma suerte. Se trata de una cordillera “desahuciada”.
Según la ONG Oxfam Internacional, en los últimos 40 años los glaciares de esta cordillera han perdido más del 40 por ciento de su volumen.
Este fenómeno supondrá además un cambio en la relación del hombre andino con su entorno, con la naturaleza, porque los “achachilas”, invocados ancestralmente en las ceremonias de pedido y agradecimiento de buenas cosechas, están “enfermos”; se están muriendo. ¿Conservarán su mística y serán todavía invocados cuando sólo sean cerros pelados? En el futuro, los profesores enseñarán que en la Cordillera de los Andes estaba el 90 por ciento de los glaciares tropicales del mundo.


Titicaca: Un lago que será tres


El año pasado, en un entusiasta aunque frustrado intento, el lago Titicaca aspiró a ser una de las nuevas Siete Maravillas Naturales del Mundo, concurso que movilizó autoridades y poblaciones de Perú y Bolivia, países que lo comparten. Este espejo de agua, que cubre un área de 8.340 km2 y es considerado el más alto del mundo, corre el riesgo de fragmentarse en tres partes permanentes dentro de unos 20 años debido al agotamiento de sus fuentes de agua, como consecuencia del calentamiento global.
La alerta fue lanzada por Joerg Seifert-Granzin, Asesor Principal del Departamento Cambio Climático y Servicios Ambientales de la ONG Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), que presentó los resultados de unos “modelajes climáticos” hacia el 2030, que asoman dramáticos.
“El modelaje climático genera un patrón espacial del régimen pluviométrico y lo proyecta. Este patrón para el 2030 es exactamente igual al que encontramos en 1993, cuando el lago Titicaca se partió en dos partes por la sequía, la escasez de lluvias y otros efectos hidráulicos. La comparación nos lleva a la observación de que eso podría ocurrir de nuevo, pero no como un efecto singular sino como un efecto constante”, anunció.
DESCENSO ALARMANTE
Y hay razones y señales para preocuparse. El 3 de noviembre de 2009, el nivel del lago alcanzó su nivel más bajo en 50 años: 3.808 metros sobre el nivel del mal. El diccionario Larousse 2007 consigna 3.812 msnm, lo que supondría, haciendo un ejercicio rápido, un descenso de cuatro metros.
Si esta tendencia decreciente se acentuara afectaría la biodiversidad de la zona con la consiguiente pérdida de flora y el hábitat de algunas especies de peces, que obligaría a las poblaciones circundantes incluso a emigrar, viendo afectados sus habituales sistemas de sobrevivencia.
Además, según un estudio realizado por la Universidad Técnica de Oruro, diariamente ingresan 3.358.307 kilogramos de cloruros, zinc, arsénico, cadmio y plomo (sedimentos) por ríos ubicados tanto del lado peruano (Puno) como boliviano.
Más de 2,6 millones de personas tienen de alguna manera su vida ligada al “lago sagrado”.


La sociedad civil se pronunciará en Cochabamba

La Primera Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra que se realizará del 20 al 22 de abril en la ciudad de Cochabamba, asoma como uno de los foros más importantes que la sociedad civil organizada haya podido realizar para amplificar la voz de actores tradicionalmente relegados de las decisiones, como los pueblos indígenas y las organizaciones sociales.
Se prevé que la capacidad hotelera de esta ciudad ubicada en el corazón de Bolivia será rebasada. El gobierno espera la visita de alrededor de unas 10 personas entre delegados gubernamentales y representantes de organizaciones y movimientos sociales de más de cien países, además de periodistas.

DESAFÍOS
El cónclave será una prueba para la sociedad civil, que deberá demostrar que es capaz de ponerse de acuerdo para plantear estrategias viables de mitigación, de adaptación y de cooperación internacional para enfrentar los devastadores efectos del calentamiento global; y no caer en la tentación de convertirse solamente en un foro anticapitalista.
Hay múltiples propuestas que van desde la realización de un Referéndum Mundial de los Pueblos sobre el cambio climático –idea impulsada por el Gobierno boliviano– en el que participarían unos 2.000 millones de personas y que podría realizarse el 12 de octubre, pasando por que los conocimientos ancestrales de los pueblos indígenas de la región sean incluidos en las estrategias para enfrentar la crisis global y climática, hasta la creación de un Tribunal Internacional de Justicia Climática para juzgar a quienes destruyen el planeta.
El evento se clausurará en el Día Mundial de la Madre Tierra, el 22 de abril, cuando se hará conocer seguramente la Declaración de Cochabamba.

RECUADRO

GRUPOS DE TRABAJO
Para preparar los debates de la Conferencia se organizarán en principio 17 grupos de trabajo:


1. Causas estructurales del cambio climático
2. Armonía con la naturaleza para vivir bien
3. Derechos de la Madre Tierra
4. Referéndum Mundial sobre el Cambio Climático
5. Tribunal de Justicia Climática
6. Migrantes Climáticos
7. Pueblos indígenas
8. Deuda climática
9. Visión compartida
10. Protocolo de Kioto y compromisos de reducción de emisiones
11. Adaptación: como enfrentar los impactos del cambio climático
12. Financiamiento
13. Transferencia de tecnología
14. Bosques
15. Peligros del Mercado de Carbono
16. Estrategias de acción
17. Agricultura y soberanía alimentaria.


PANELES PRINCIPALES
Paralelamente se efectuarán conferencias a cargo de dirigentes sociales, expertos, científicos, personalidades y autoridades invitadas de diferentes países del mundo, quienes abordarán temas como:


1. Descubrimientos científicos sobre el cambio climático
2. Causas estructurales del cambio climático
3. Nuevos modelos para restablecer la armonía con la naturaleza
4. Derechos de la Madre Tierra
5. Construyendo el tribunal de justicia climática
6. Deuda climática: ¿Qué es y quién es responsable?
7. El ABC de las negociaciones sobre cambio climático
8. Financiamiento, tecnología y mercados de carbono
9. Migraciones forzadas por el cambio climático
10. Bosques, alimentos y agua bajo el cambio climático
11. ¿Necesitamos un referéndum mundial sobre el cambio climático?
12. Definiendo una estrategia común después de Cochabamba
13. Perspectivas de gobiernos sobre las negociaciones de cambio climático
14. Los artistas hablan sobre el cambio climático


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