Que la ONU haya declarado el acceso al agua como un derecho humano, más allá del reconocimiento de que se trata de un elemento esencial para la vida y que todo ser humano debería estar en condiciones de ejercerlo, es, ante todo, un llamado urgente para que los gobiernos y las sociedades diseñen y establezcan políticas para su gestión responsable, junto a la de su complemento, el saneamiento.
El sólo acceso no garantiza salud, pues también hay aguas que matan. De hecho, cada año mueren en América Latina 1,5 millones de niños menores de cinco años por enfermedades relacionadas con el consumo de agua contaminada o insegura, como la diarrea o el cólera, y millones de adultos que enferman igual y tienen que dejar de ir a trabajar, reduciendo su capacidad productiva. Y son enfermedades fácilmente prevenibles y tratables.
La gestión del agua implicará una acción integral. No se trata solamente de cuidar, por ejemplo, las fuentes de agua de la contaminación de las industrias sino también de los propios habitantes de la zona, que muchas veces hacen sus necesidades (orinan y defecan) sin cuidado en sus alrededores.
Esto supone un reto no sólo técnico/legal sino, sobre todo, educativo y comunicacional, ya que se trata fundamentalmente de generar un proceso de cambio de hábitos en las actuales generaciones y en las futuras, para hacerla sostenible.
Porque no servirá de mucho acceder a agua segura si luego se la bebe en vasos sucios, si no se lavan los alimentos antes de cocinarlos, si no se lavan las manos antes de preparar las comidas, antes de comer y después de defecar, o si se la almacena en condiciones que propicien su recontaminación, o se desconocen prácticas seguras para la disposición de las excretas humanas. Estas situaciones son causa frecuente de que la gente enferme sobre todo en el área rural y en las zonas periurbanas pero también, aún, en las ciudades.
No se debe perder de vista, además, los múltiples usos del agua: para consumo humano, para riego (agricultura), para consumo de animales (cría), en procesos industriales, para la generación de energía, actores que en distintas regiones del país ya han entrado en disputas por el acceso y la administración del recurso, columbrando una situación futura altamente conflictiva.
La gestión del agua pasará, pues, por encarar el tema en sus facetas política, social, económica, medioambiental y cultural. Y aunque de momento queda claro que ésta será estatal, revolotea la consideración de ver –sin apasionamientos– cuál será el papel que jugará el sector privado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario